Las brujas fueron objeto de persecución y condena durante la época de la Inquisición. Acusadas de herejía y brujería, muchas de ellas fueron quemadas vivas en la hoguera debido a la creencia de que practicaban hechicería y adoraban al diablo.
Esta caza de brujas alcanzó su punto álgido entre los siglos XV y XVII, especialmente en Europa, donde los inquisidores buscaban eliminar cualquier amenaza a la moral y al orden establecido.
Las acusaciones contra las brujas eran variadas, incluyendo el vuelo a través de la noche con escobas, el pacto con el demonio y la realización de rituales para conseguir poderes sobrenaturales. Estas acusaciones eran fundamentadas en teorías y supersticiones de la época.
Es importante destacar que gran parte de las veces estas acusaciones eran infundadas y las personas señaladas como brujas no tenían ningún tipo de poderes mágicos. Muchas veces, las personas acusadas eran mujeres que no encajaban en los estereotipos de la sociedad de la época.
Con el paso del tiempo, el fenómeno de la caza de brujas fue perdiendo fuerza y actualmente se ve como una página oscura de la historia, recordándonos la importancia de respetar la diversidad y no juzgar a las personas por sus creencias o apariencias.
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